No hay nada de simple en el cine mainstream de hoy día, aunque sí mucho de simplificación. La primera clave reside aquí. Las causas de este proceso simplificatorio —otra forma de referirse a la pauperización del séptimo arte— puede verse en la representación de las tres caras de la moneda imposible que sugiero: parece más fácil escribir una secuela —marco narrativo dado de antemano—, se pretende ganar con una película más allá del box-office —DVD, música, edición del guión como libro, muñecos y todo lo que hace perdurar a la producción “meta-sala de cine”— y, por último, existe cierto relajamiento en las búsquedas estéticas y narrativas en las historias por contar—las causas exceden a los autores y se clavan hondo en la industria, en quienes ponen la plata más que nada.
¿El resultado? Sartas increíbles de cine basura. Y aquí utilizo el término “sarta” como lo hacen algunos lógicos para referirse a ciertas cadenas de elementos o series —aunque claro, el hecho de que “sarta” tanga un sentido peyorativo en español rioplatense enriquece mi afirmación—. Porque veamos: es falaz afirmar aquello de que un guión seriado es sencillo —si no vean la cantidad de series con guiones malos que existen, conviviendo con algunas verdaderamente excelentes—, o piensen en la franquiciación, en querer vender cualquier cosa —eso se da sólo con películas muy queridas o convertidas en objetos de culto.
Sartas de cine basura, entonces: las hay y a montones —“Final Destination 5” es sólo un ejemplo más entre tantos otros—. Y así ocurre que ahora resulta que ya nadie le tiene miedo a las segundas partes. Hoy los productores temen no llegar a una décima entrega. ¿No los enoja esto?