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5 de julio de 2012

Cine: El trailer de El Gran Gatsby, el preludio de toda crisis

Tanto el crack del 29 como la crisis actual germinaron en unas altas esferas que trataron de erigir rascacielos sobre el humo: crearon dinero sin cimientos a través del intercambio, de modo que sólo es posible apresarlo en una transacción constante. No hay dinero en el estatismo. Estas resonancias entre el crack del 29 y la crisis actual llevaron indudablemente a la necesidad de una nueva adaptación de El Gran Gatbsy. Y así es como el director australiano Baz Luhrmann, célebre por su musical Moulin Rouge y su épica película ambientada en su país, Australia se ha hecho cargo de una versión que, como puede apreciarse en el trailer, lleva las marcas de la casa: frenetismo en el montaje, barroquismo en la composición e imaginería postmoderna, que bebe de elementos de distinto origen.

La obra está protagonizada por uno de los grandes iconos del Hollywood actual, Leonardo DiCaprio, a quien ya hemos visto sumergido en tales épocas en su interpretación de Howard Hughes en The aviator (El aviador), de Martin Scorsese). Seguramente aspire al Oscar con su actuación. Asimismo, también aparecen otros actores célebres como Tobey Maguire, en boga por protagonizar Spiderman, y Carey Mulligan, una actriz en ciernes tras su aparición en películas de reciente éxito como Drive o Shame (y que indudablemente saltó a la fama con An Education).

La novela de Scott Fitzgerald es un prodigio del recurso al narrador testigo. En un auténtico tour de force, Fitzgerald nos narra el auge y declive de un extravagante multimillonario, Gatsby, siempre desde el filtro del vecino Nick Carraway: estamos siempre en una mirada indirecta, que llega hasta donde los límites de la percepción permiten. No en vano, El Gran Gatsby es una obra de la modernidad literaria, donde la verdad es inaprensible: sólo podemos acceder a una verdad individual, a la que podemos captar a través de nuestros sentidos y nuestra experiencia. Por ello, es un relato del frenetismo de la era del jazz en los años veinte de EEUU, y del despilfarro, pero siempre a través de una mirada ajena a todo eso: no es moralizadora, ni juzga, pero siente una extrañeza ante su sumersión en ese mundo. La adaptación de Luhrmann parece decantarse más hacia un narrador omnisciente, tal y como muestran las imágenes, aunque conserva la voz en off del protagonista.

La obra de Fitzgerald ya ha sido objeto de varias adaptaciones, como la Herbert Brenon en 1926, Elliot Nugen en 1949 y Robert Markowitz en 2001 para televisión. Pero la más célebre es, sin duda, la de Jack Clayton en 1974, concebida por la Paramount como el gran proyecto del año y que casi arruina a la productora. Pese a sus intérpretes, Robert Redford y Mia Farrow, la película fue un fracaso, y tiene motivos para ello. El argumento centra la mayor parte del metraje en la relación sentimental entre los protagonistas, entre Gatsby y Daisy. Abandona así el interesante narrador testigo al que recurre Scott Fitzgerald y convierte una crítica a los excesos del capitalismo en un melodrama vacuo. Es, pues, una traición al texto en sus pilares más esenciales: de ahí que todo el hálito crítico de la obra se desmorone en la adaptación. Esperemos que la de Baz Luhrmann corra una mejor suerte e ilumine algunos aspectos de esta crisis económica que estamos viviendo.