Este fin de semana llegó a carteleras — a nivel internacional — “X-Men: First Class”, una de las películas más anticipadas de este verano cinéfilo. Antes de comenzar con la reseña, tengo una confesión que hacer: entré a la sala con una mala espina. ¿Por qué? Pese a que escribo en este blog y me la paso leyendo noticias sobre la industria, no podía creer que estaba a punto de ver “X-Men…”. ¿Es mi imaginación o la hicieron en un abrir y cerrar de ojos? Lamentablemente el factor «tiempo de producción» le hace una mala jugada a este reboot, que cuenta desde cero la historia de dos amigos que toman rumbos separados por su distinta ideología sobre la evolución genética del ser humano, la mutación, siendo los primeros en su clase.
“X-Men: First Class” está basada en el cómic clásico Uncanny X-Men (1963) y el contemporáneo X-Men: First Class (2007), con una historia desarrollada por Sheldon Turner (“Up in the Air”) y Bryan Singer — director de las primeras dos entregas de la saga anterior —. La película inicia con lo que alguna vez esperamos ver en “Magneto”, filme que nunca se llegó a realizar. Vemos a un Erik Lehnsherr niño en un campo de concentración nazi, donde por primera vez es obligado a demostrar sus habilidades, lo que la rifa genética le ha regalado. A partir de este instante Erik no sería el mismo. Por otro lado, en Inglaterra, conocemos a un niño de familia bien acomodada. Charles Xavier conoce a una chica con habilidades sorprendentes, la metamorfosis. Ambos serían líderes de un grupo de jóvenes mutantes, chicos que se sienten alienados de la sociedad por ser diferentes.
La trama principal se desarrolla en 1962, John F. Kennedy es presidente de los Estados Unidos de América y Unión Soviética se veía como una amenaza aquel país. Con este escenario político internacional se empata la trama de los mutantes, uniendo el universo real de la década de los sesenta con el universo Marvel. Desde esta perspectiva, la película es una joya auténtica. Mientras se cocina lentamente un conflicto nuclear guiado por Sebastian Shaw, Charles y Erik unen fuerzas para cumplir su objetivo personal: reclutar un grupo de jóvenes mutantes que aprendan a aceptar y controlar su mutación genética — se agradece el cameo de un mutante en particular —. Se plantean los temas de aceptación personal y la marginación por ser diferentes. En esta entrega en particular sobresale las referencias al nazismo gracias al personaje de Erik; la marca de aquella etapa en su vida le guía a la revancha y, posteriormente, a no confiar en ningún grupo gubernamental.
Se distingue el trabajo de la guionista Jane Goldman (“Kick-Ass”), quien colaboró con el dúo formado por Ashley Miller y Zack Stenz — responsables de “Thor” — en distintos tratamientos del libreto. De la película se rescatan líneas memorables, tanto por las referencias históricas como por los guiños al mismo universo Marvel. El diseño de arte y la ambientación de la década de los sesenta, en los distintos escenarios, resulta atinada. En algunos momentos resalta en la edición y en la música de algunas secuencias; un gran ejemplo, la preparación de los jóvenes mutantes — cortes de pantalla y transiciones muy al estilo Bond o “The Thomas Crown Affair” (Norman Jewison, 1968). Así como reconocemos el trabajo bien realizado, tenemos que destacar las deficiencias. Graves deficiencias en una película de este corte.
Sinceramente no sé si fue a propósito, no sé si les faltó tiempo de post-producción, algo pasó o simplemente es mi impresión; pareciera que no le dieron importancia a los efectos especiales. Con esto no me refiero a los efectos espectaculares, los bombardeos y secuencias cardiacas; para nada. Me hubiera gustado ver un croma bien hecho, tan sólo uno de todos los vemos en la película — para una producción de este nivel, esta clase de fallas me parece terrible —. En cuanto a la caracterización de los personajes, me hubiera gustado ver a una Mystique menos plasticosa, a una Emma Frost menos cristalizada y más diamantada, a un Beast más elaborado; parece que alguien tuvo problemas con el renderizado. Al menos se agradece que no la hayan convertido al formato 3D; no fue creada para ello y, créanme, no valdría la pena… para nada.
Entre las actuaciones destacan sus personajes principales. Michael Fassbender, a quien hemos visto anteriormente en “Inglourious Basterds”, se ayuda de un excelente desarrollo de personaje para entregarnos a Erik Lehnsherr. Fassbender logra un Magneto completo, mostrando la ira, el dolor, los deseos de venganza… una ola de sentimientos que no vimos antes con el Magneto de Ian McKellen — mismo personaje, diferente etapa —. En el caso de James McAvoy entrega a un Charles Xavier correcto; se nota el estudio realizado en preparación. La nominada al Oscar por su interpretación en “Winter’s Bone”, Jennifer Lawrence, a pesar de su nivel interpretativo, su Mystique se ve afectada por la lamentable caracterización — a la pobre no le hacen justicia —. Kevin Bacon cumple su trabajo con Sebastian Shaw, un buen villano. A January Jones parece que el personaje le queda chico; nos deben más de Emma Frost. Entre los jóvenes talentos, destaco a Nicholas Hoult como Beast — otro al que el “disfraz” no le hace justicia — y Zoë Kravitz como Angel — aunque sus escenas de acción no son las mejores, tiene la oportunidad de realizar una buena presentación.
“X-Men: First Class” no es una mala película, tampoco es excelente. Me siento decepcionada porque las últimas entregas de estos mutantes, en particular, han dejado mucho que desear a nivel técnico; si buscan efectos especiales más, como decirlo, orgánicos… mínimo tengan cuidado en un simple croma ¡por favor!. Puede que el tiempo se les haya venido encima — como dato para que se den una idea, todavía en junio 2010 se estaba detallando el reparto… cosas de la industria —, pero donde compañía productora manda, no gobierna director. Aún así la película envuelve, se disfruta… hasta que cae un poco hacia el final. Fanáticos de los cómics, la disfrutarán. Aquellos que buscan una mega-producción hollywoodense con grandes efectos especiales, le podrían dar una oportunidad. Otros exigentes (como es mi caso) en la calidad visual, de una vez les digo la van a sufrir un poco — mínimo, para la próxima, inviertan más en CGI —. Conclusión: no es un blockbuster común y corriente, tiene de donde desmenuzar.
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