Neil Marshall no es uno de esos cineastas elegantes y que se plieguen a la búsqueda del plano preciosista. Es un director honrado en sus pretensiones y cumplidor sin armar excesivo ruido. Es un tipo interesado en heroínas, en perseguidos, en supervivientes… y en ‘Centurión’, que cuenta con guión propio, sigue esa misma estela. Sin embargo, su intento de trasladar una historia de acción vestida de falso peplum en un paisaje inhóspito (aunque bello) y en plena era de dominación romana, es tan sólo una excusa para ofrecer una cinta de acción sangrienta, violenta (hasta rozar el gore) y reflexionar vagamente sobre la traición y la lealtad. En el fondo ‘Centurión’ no es más que una historia de persecución que cuando se desvía narrativamente de este cometido te deja tan helado como el paisaje donde se desarrolla la cinta.
Con un guión tan sumamente previsible poco más se podía hacer. Marshall se afana por cargar el peso de su historia sobre su protagonista, un centurión romano que sobrevive a un ataque invasor en un puesto fronterizo, y que tras escapar de las bárbaras garras del enemigo se ve involucrado en una escapada continua con un puñado de romanos. Huyendo de los pictos, unos salvajes guerreros que han conseguido detener la irrefrenable ansia de expansión romana en el frío y montañoso paisaje de la actual Escocia.
A Michael Fassbender, en su primer papel protagonista, le toca lidiar con el peso de dar solidez y focalizar la peculiar y trágica historia de su personaje. Enfrente tiene a la tribu de los pictos, unos sanguinarios guerreros de estética punk y tan parcos en palabras como hábiles con el cuchillo y el hacha. Lo único verdaderamente interesante es el enfrentamiento entre estos salvajes (tan básicos como una piedra) y los romanos (retratados, una vez más, como si hubiesen sido soldados nobles y éticos guerreros), focalizado entre una traidora sabuesa, tan despiadada como un lobo y con el único objetivo entre ceja y ceja de dar caza a los romanos y acabar con ellos, cercenando sus cabezas.
Quintus Dias, el legionario romano protagonista, que comentamos encarna Fassbender, tiene que huir desde las tierras angostas dominadas por los pictos, hasta el puesto fronterizo romano más próximo. Junto con un puñado de hombres muy dispares entre sí (no todos soldados), tienen ese único cometido. Su huida se ve azotada por unos cuantos pictos, liderados por una rastreadora y sanguinaria guerrera. En ese cometido se van descubriendo los orígenes de cada uno de los miembros, conocemos un poco más de la historia de los pictos y sobre todo de la encargada de darles caza, pero nada de eso está hábilmente introducido. Sólo interesa la acción, los enfrentamientos tan salvajes, como excesivos. El sonido de los cuchillos desmenbrando hombres y los cráneos aplastados con tanta facilidad como si fueran de mantequilla.
Aunque también hay que decir, que el espectáculo gore que firma Marshall tampoco es que sea especialmente brillante. Le da prioridad al espectáculo sobrio, al sonido estridente de las espadas, a la sangre a borbotones, a la brutalidad de la lucha,... aunque muchas veces no sepamos que está pasando. Si el que golpea es un picto o la cabeza que acaba separada de su cuerpo es de un romano. Poco importa.
Por no mencionar, la tendencia excesiva de ofrecer planos de la persecución en la que los perseguidos corren sin parar por el paisaje nevado y los vemos a vista de pájaro. Desde luego que no podemos negar que Marshall disfrutó de la trilogía de los anillos, y que ha querido imitar, sin tino, a Peter Jackson con esos planos aéreos (sin olvidar referencias tan próximas, aunque tan opuestas como ‘300’, optando por colores desaturados). Cuando uno ve un par de planos similares resulta curioso, poco original, pero al menos admira ese paisaje angosto, salvaje y bello (adonde ya desde los créditos nos intenta trasladar a fuerza de insistir), pero cuando se repite una y otra vez –más que una sobredosis de ajo– uno acaba desesperándose y deseando que el juego de corre que te pillo acabe de una vez.
En plena persecución, que como digo y repito, resulta lo único entretenido e interesante de todo el film, Marshall nos regala uno de esos baches en la historia que provocan el estupor del espectador más entregado. Un pausa para respirar, para despejar del oído el sonido de los cuchillos cercenantes, para caer en una bochornosa subtrama que huele tan mal como se intuye desde el primer segundo. El guión se desmorona y evidencia su falta de solidez, en un momento de la historia donde ya casi no importa nada. Una historia tan sobrante como nada original, que estropea el ritmo y que en nada ayuda al conjunto, sino más bien demostrar la mediocridad del conjunto. Un meloso enamoramiento donde uno desea que los malos entren en escena con su versión más afilada.
En el cénit de la persecución, por fin el protagonista goza de una ingeniosa y grandiosa frase –la más acertada del guión–, algo así como “estoy cansado de huir, enfrentémonos de una vez con el enemigo”. Bien. Aquí uno empieza a salivar, tanto porque por fin llega el enfrentamiento que tanto se ha dilatado, como saber que el final de la historia se aproxima (tampoco quedan apenas personajes vivos sin amputar). Sin embargo, ese duelo definitivo está tan torpemente filmado que casi no se puede disfrutar. Uno espera ese mano a mano entre el bueno y la mala, esas miradas desafiantes previas a la lucha, pero apenas se produce. Si parpadeas te lo pierdes.
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