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4 de julio de 2010

Cine: “Harry Brown” no es una divertida película de violencia

“Harry Brown” no es una divertida película de violencia, es un drama cargado de una desgarradora y desnuda violencia en el que encontraremos una de las más intensas y emotivas interpretaciones de Michael Caine.

Harry Brown (Michael Caine), antiguo miembro de la Marina y veterano de la Guerra de Irlanda, vive en un mundo rodeado de violencia juvenil, la ve cada vez que va a visitar a su moribunda esposa al hospital, la ve en el pub en el que juega al ajedrez con su amigo Leonard (David Bradley), la ve desde la ventana de su casa, pero prefiere no enfrentarse a ella, pasar por otro sitio, no escuchar lo que dicen, no inmiscuirse en los asuntos de otros. Una noche fallece su esposa y al poco tiempo muere su amigo fruto de esa violencia, ante la ineficacia policial, Harry decide hacer algo.

Lo que más impresiona de “Harry Brown” es la asombrosa veracidad con la que se nos cuentas los hechos, desde ese principio en que vemos a esos niñatos exaltados por las drogas que han consumido y sus cescerebrada afición de asustar a la gente disparando un arma, causando la muerte de una joven, que encima han grabado con su teléfono móvil, hasta la impotencia de personas mayores como Harry, que tras haber llevado una vida plena y tranquila, tiene que sortear a estos mismos niñatos para no meterse en problemas. Tan real como cualquier noticia que podamos ver en un noticiario televisivo.

La juventud retratada en la película resulta muy parecida a la que protagonizara aquella película de Danny Boyle, pero mientras en “Trainspotting” se ofrecía una visión idealizada de las drogas y su entorno, aquí se muestran como un camino sin vía de escape. La droga se apodera de tu alma convirtiéndote en un zombie sin escrúpulos y sin capacidad de reacción. Dentro de este panorama, la educación y delicadeza con la que Harry se dirige a estos delincuentes, casi resulta más aterradora, por contraste, que sus patéticas muecas de drogadictos.

La fuerza de todo el filme recae sobre la sobria y magnífica interpretación de Michael Caine que, antes de que revele su pasado, nos hace especular si estamos ante cualquiera de aquellos personajes retirados que interpretara en los años sesenta en filmes como “The Italian Job“, “The Ipcress File” o, sobre todo, la espléndida “Get Carter” —la versión del cartel aquí incluida remite, ciertamente a esta última—, cínicos que resolvían con pericia cualquier situación.


Señalar también el trabajo de Emily Mortimer, a quien pudiéramos ver en “Transsiberian“, “Paris, je t’aime” o “Match Point“, que interpreta a la policía que intuye la capacidad de Harry para realizar sus ejecuciones. Ambos personajes tienen en común sus soledad, pues ella está, igualmente sola, en un cuerpo de policía que no entiende la lógica femenina y que lo arregla todo de la misma manera que los propios delincuentes. Me llama mucho la atención el término que utilizan “tolerancia cero” para referirse al ataque que van a realizar contra las bandas callejeras, como si pudiera haber algún grado de tolerancia para la delincuencia.

La película cuenta con una impecable factura visual en la que la elegante cámara de Daniel Barber realza la soledad del personaje, recortado muchas veces por paredes, puertas y ventanas o retratado, dependiendo de la situación en un majestuoso ángulo contrapicado frente al patético picado de sus moribundas víctimas. La naturalista fotografía de Martin Ruhe contribuye a dotar de veracidad todas las situaciones, y la exquisita y discreta banda sonora compuesta por Ruth Barrett y Martin Phipps aporta un ambiente enrarecido e incómodo para el espectador, que desde un principio se identifica con Harry y su situación. Precisamente eso es lo que más miedo da de “Harry Brown”, que por mucho que puedas pensar que, a pesar de todo, lo que hace Harry está mal —igual que pasara con Travis en “Taxi Driver“—, no le falta razón.