No es que esto estropee la película, ni mucho menos, pero lo cierto es que se tiene la sensación de que debería haberse estrenado mucho antes, para que la intriga fuera más efectiva y el mensaje crítico más potente. Para que la película fuese una auténtica bomba, y no unos simples fuegos artificiales. Pero ya sabemos cómo está el patio ahora mismo. El negocio le ha comido casi todo el terreno al arte, los directores, los guionistas y los actores se preocupan más de sus propios intereses que de crear una obra que perdure en el tiempo… Importa el hoy, el dinero que se hace hoy. Afortunadamente para nosotros, hay cine al margen del que nace en los despachos de Estados Unidos. Y muy bueno: ‘La cinta blanca’, ‘Un profeta’, ‘El secreto de sus ojos’...
De todas formas, nadie, tampoco el que escribe estas líneas, pensaba encontrar una maravilla en ‘Green Zone: Distrito Protegido’. Como dije antes, la reunión de Damon y Greengrass en un thriller permitía esperar algo como ‘El mito de Bourne’ y ‘El ultimátum de Bourne’, que si bien son endiabladas piezas de entretenimiento, no van más allá; no lo pretenden y nos parece genial. Claro que no es lo mismo montar un circo de acción con un personaje fantástico (un arma letal prácticamente invencible) dentro de un entorno sólo superficialmente real, en el que vale lo imposible, que narrar una historia basada en hechos reales donde un soldado, en teoría de carne y hueso, se juega la vida para encontrar la verdad, una que efectivamente pertenece a nuestro mundo. Con esto sólo quiero decir que trasladar a Bourne a un lugar como Irak, poco después de la victoria estadounidense, era inicialmente una fantástica idea, porque vas a diseñar un producto de palomitas en un nuevo universo, más real, más cercano, y por tanto, más contundente.El problema es que no funciona. No del todo. No sé exactamente el motivo, pero ‘Green Zone’ no resulta tan espectacular ni trepidante como lo eran las dos películas de Bourne que rodó Greengrass. Es decir, sé dónde falla, pero no qué lo ha provocado. No puede ser por falta de medios, esta cosa ha costado unos impresionantes 100 millones de dólares (que no los va a recuperar), y en teoría un realizador, especialmente uno tan experimentado y habilidoso como el inglés, debe ir de menos a más, no al revés. Pero eso es lo que ha ocurrido aquí. Es como si Greengrass se hubiera limitado a rodar algunas secuencias y supervisar el resto, montando luego un aparatoso resumen donde es verdad que nos queda claro lo esencial, la pregunta y la respuesta, pero no qué demonios pasa durante las escenas de acción.
¿Qué ha pasado? Puede que ‘Green Zone’ sea el primer efecto colateral de la oscarizada ‘En tierra hostil (The Hurt Locker)’; esto es, puede que Kahtryn Bigelow haya dejado el listón muy alto y Greengrass ha quedado en evidencia. Puede ser una razón. También que el director se haya acomodado más de la cuenta, demasiado consciente de su estatus de aclamado autor, demasiado satisfecho con el éxito de sus anteriores trabajos (hay que revisar ‘United 93’, y me refiero a los que pensáis que es una joya). Definitivamente, esta especie de ‘Bourne en Irak’ es una propuesta fallida, carente del vigor y la tensión que cabía esperar. Porque no puedes crear secuencias de acción, con varios puntos de vista, si la partes en mil pedazos, y menos aún con esta tontería moderna de la cámara documental, que no deja ver qué está ocurriendo. Lo que estás creando es un caos mareante.Tomad como ejemplo la primera secuencia del film, en la que Miller y su equipo se meten en un edificio que está siendo saqueado para llegar al lugar donde se supone que hay armas de destrucción masiva. Es imposible seguir lo que ocurre. La cámara en constante movimiento, enfocando tarde y a veces objetivos intrascendentes (un muro o el suelo), encuadres desastrosos que se reajustan (más tarde que pronto) todo el tiempo, los planos cortados a cada instante, múltiples cambios de punto de vista… ¿Dónde está Miller, quién dispara, a quién, y a dónde van? Sólo es el principio, luego hay más, y toda la “set-piece” del final es lo mismo pero a lo grande. Parece que a Greengrass sólo le interesa contagiarte el frenesí del momento. Bigelow hizo eso y además dejaba que entendieras qué pasaba en cada escena, con lo cual te traspasaba también la tensión del protagonista. Es imposible sentir sus mismas sensaciones si él sabe qué ocurre y tú no. Pero ya lo sé, las comparaciones son odiosas…
Dicho esto, matizo un poco. El explosivo material del que se parte, la crítica al gobierno estadounidense (algo blandengue, porque el mensaje parece ser que en el fondo las tropas trajeron ilusión al pueblo invadido), el buen hacer del reparto (encabezado por un carismático Damon, a quien acompañan unos estupendos Brendan Gleeson, Greg Kinnear, Amy Ryan, Khalid Abdalla y Jason Isaacs, entre otros) y los momentos, tanto tranquilos como agitados, en los que Greengrass se contiene (ojo a las panorámicas nocturnas de la ciudad en llamas) hacen de la película un entretenimiento válido y aceptable, con algunos aciertos que no deben ser menospreciados; por ejemplo, que por una vez se exponga adecuadamente, clara y transparente como el agua, una trama de intriga política y conspiración, desde el arranque hasta el desenlace (buen trabajo del guionista Brian Helgeland, que sin embargo, por otra parte, hace aparecer personajes de la nada cuando le conviene, como en cierta serie de televisión muy famosa y adictiva).
En definitiva, entrar en Greengrass Zone puede suponer una experiencia satisfactoria para los que estén acostumbrados a procesar mucha información visual a gran velocidad (los amantes de los videojuegos, quizá), o para los que vayan al cine a simplemente echar el rato, sin activar ni una sola neurona. Para los demás, puede resultar una película interesante que no acaba de cuajar por culpa de que se hace insoportable cada vez que Damon se pone a correr. Pensadlo bien antes de entrar, y suerte.