Pero hablemos ya de la película en sí. Basada en la novela homónima escrita por Dennis Lehane (de quien también se han adaptado ‘Mystic River’ y ‘Adiós pequeña, adiós’), ‘Shutter Island’ nos traslada a 1954 y nos presenta a Teddy Daniels (DiCaprio), un agente judicial que se dirige, junto con su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo), a una pequeña isla donde está situado un hospital psiquiátrico en el que se internan a los enfermos más peligrosos. El motivo del viaje es la misteriosa desaparición de una peligrosa paciente, cuya fuga tiene desconcertados a los encargado de la institución. Nada más llegar a la isla, Daniels, quien esconde la verdadera razón de su implicación en el caso, descubre que no será fácil encontrar a la mujer, ya que nadie parece dispuesto a colaborar con ellos.
Desde la primera escena, se nos muestra que Daniels no está bien. Primero culpa al viaje en barco, está mareado. Habla con su compañero, con quien no había trabajado antes, y se distrae por un momento. Le aclara que es viudo. Un pirómano incendió el bloque de apartamentos donde vivían y él estaba de servicio, no llegó a tiempo. Esto es, Daniels va a la isla en mal estado, tanto físico como anímico. Desde que desembarcan hasta que llegan al portón principal, la siniestra institución es presentada magníficamente con un acompañamiento musical que hiela la sangre (compuesta por Robbie Robertson, colaborador habitual de Scorsese). La sensación es que Daniels está entrando en el infierno.
En la puerta, le quitan las armas. Allí mandan los vigilantes del centro/prisión. Pronto les presentan al Dr. John Cawley (Ben Kingsley), la cabeza visible de la institución médica, quien desde el principio se muestra reacio a colaborar con los agentes en la forma que éstos demandan. Revisan la habitación donde residía la paciente y Daniels descubre un pedazo de papel oculto en el suelo. “La ley de los 4; ¿quién es el paciente 67?“. Cawley no tiene ni idea de qué significa. Hablan con los empleados y Daniels vuelve a descubrir algo: uno de los guardias no estuvo en su puesto todo el tiempo. Interrogan a un grupo de pacientes y uno de ellos escribe “RUN” (“HUYE”) en la libreta del agente. Los guardias salen a buscar a la desaparecida, pero no hacen nada realmente, porque piensan que ha muerto. Todo es demasiado raro en Shutter Island. Sin duda, algo huele a podrido allí dentro, y Daniels está dispuesto a destaparlo.
La película va pasando de inquietante, tenebrosa, a opresiva, agobiante. Scorsese ha preparado un oscuro y retorcido laberinto en el que el protagonista se va perdiendo cada vez más, incapaz de fiarse de nadie, ni siquiera de su compañero, decidido cueste lo que cueste a resolver el misterio de la paciente y saldar una cuenta pendiente personal, que tiene con alguien que podría estar escondido en aquel lugar. Los cuidados escenarios, la banda sonora, la atmósfera, la puesta en escena, las interpretaciones, todo está perfectamente orquestado para diseñar una implacable tela de araña que atrapa tanto a Daniels como al espectador. ¿Qué es verdad? ¿Qué ocurre allí realmente?
Presentada la institución mental, sus extraños habitantes y los enigmáticos empleados (entre ellos un doctor alemán, interpretado por Max Von Sydow, del que desconfía plenamente Daniels), y con la investigación bloqueada por falta de pruebas, toca centrarse en Daniels. El temporal que azota la isla (lo que hace imposible marcharse de allí) y la atormentada mente del protagonista parecen una misma cosa. Desde que el agente entra en el recinto se siente especialmente violento, vulnerable a las miradas, las palabras y el aire que se respira en Shutter Island. Todo le afecta allí dentro. Y su cabeza es el campo de batalla. Las heridas del pasado vuelven al presente. Recuerda lo que vivió siendo un soldado, recuerda a su amada esposa (Michelle Williams), ve a una niña muerta que le repite que debió salvarla…
Los sueños poco a poco parecen mezclarse con la realidad. Daniels cree que le están administrando drogas. Sus desconfianzas iniciales van aumentando y pronto sospecha que ha caído en una trampa. Las incontables piezas del puzzle parecen ir encajando, formando una terrible imagen en la que los médicos son los principales enemigos. Daniels está convencido que le han llevado allí para convertirse en el paciente 67 al que se refería la paciente desaparecida… El suspense llevado al máximo. Toca resolver el asunto. Llegamos al clímax… y cuando se descubren las cartas, en mi opinión, ‘Shutter Island’ da un bajón impresionante. Tanto que parece una broma. Pero no, se le empieza a explicar la película al público (recurso burdo donde los haya) y uno va resignándose. Bueno, pues nada. Superado el impacto del jarro de agua fría, la película vuelve a recuperarse. DiCaprio está demasiado enganchado como para dejar que aquello se eche a perder, y los otros actores le siguen. El final recupera el mejor tono del film, acabando en una escena extraordinaria.
En definitiva, es difícil recomendar este film, porque una vez que te descubren el pastel la cosa pierde muchísimo. ‘Shutter Island’ tiene grandes momentos, una atmósfera muy cuidada y un reparto impresionante (todos están estupendos, y es una gozada ver a gente como la citada o a Jackie Earle Haley, Emily Mortimer, Patricia Clarkson y Elias Koteas, aunque su participación sea mínima). Pero el guión de Laeta Kalogridis, en la parte final, hace aguas por todas partes. Sencillamente, una vez resuelto el misterio, todo lo anterior no cada con la resolución, hay demasiadas incoherencias, es como si hubieran intentado hacer dos películas al mismo tiempo y las hubiesen montado a la vez. La verdad, me interesaba más la investigación policial de la isla, con la conspiración y el progresivo descenso al abismo de Daniels, que todo en lo que se convierte después la película. Pero bueno, hay que aceptarla como es, con sus aciertos y sus errores. ¿Lo mejor de Scorsese-DiCaprio? No, sigue siendo ‘Infiltrados’.